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Fui al Éufrates, excavé en el sitio donde lo había escondido y recogí el cinturón. Y resulta que estaba podrido; no servía para nada. Entonces me llegó la palabra del Señor en estos términos:

— Así dice el Señor: Del mismo modo dejaré que se pudra el orgullo de Judá y el desmedido orgullo de Jerusalén.

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